La suegra

A falta de una, tengo dos. Pobre Henar, diréis. Pues no.
Yo al principio también era de las que pensaban que las suegras eran una lata, siempre queriendo lo mejor para su “niño” y por supuesto, yo no lo era o así lo creía.
Hoy os hablaré de la auténtica, de la madre que parió a mi novio, ya que me ha dado permiso para hacerlo.
Isabel es una persona que me ha sorprendido mucho en los últimos meses. La verdad es que ambas teníamos una opinión mutua equivocada. Tampoco tratábamos demasiado y cuando lo hacíamos, sentíamos una incomodidad patente. Sí, nos sonreíamos, pero con falsedad. No hablábamos demasiado, más allá de qué tal te va el trabajo. Digamos que nos soportábamos.
Septiembre dio un brusco giro a nuestra relación. Una boda. Dicen que las bodas unen a la familia y es cierto. Yo lo comprobé.
Aquel día vi una cara amable y un interés. Un interés que necesitaba. Vi sonrisas auténticas y alegría por mí.
Y entonces encontré un nuevo apoyo. Una nueva familia. Una nueva persona en la que buscar consejo y ayuda. Un faro. Y por eso le doy las gracias.