En mi pueblo había un hombre, que desde que tengo uso de conciencia, me ofrecía caramelos. Siempre que me veía, que pasaba por el colegio o nos encontrábamos, me asaltaba. Supongo que en aquellos años, los pederastas no estaban a la orden del día.
Lo cierto es que ese hombre me quería. No había podido tener hijos y me mimaba. Eso sonó mal. Mejor expresado sería que me consentía. Nunca me dio mal rollo, hasta que crecí, sí, bueno, hasta que me crecieron los pechos, ya que de estatura tampoco di un gran estirón. Ahí la cosa se puso chunga. Frases que cuando eres niño no resultan extrañas cuando ya eres un adolescente cambian.
– Ese vestido te queda muy bien.
– Madre mía, cuánto has crecido.
– Siempre tan guapa.
– ¿Quieres un caramelo?
¿A cambio de qué?
Pasé de ir a su casa para jugar con sus perros a evitarlo. Su actitud era la misma, pero yo me volví malpensada, tremendista y creída. Así somos muchos a esa edad. Cuando murió, me entristecí. ¿Había sido mala persona?
Hace relativamente poco, tuve que volver al pueblo a pasar más tiempo del normal. Otro hombre me lo recordó. Y me di cuenta de que tampoco había cambiado. Sentí el mismo malestar. ¿Quién sigue ofreciendo caramelos a alguien de veintitantos años? Pueblos…
A mi una vez me dieron macarrones…. y no es coña 🙂
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Jajaja.
Toma, unos macarrones para llevar… Mételos en el bolsillo y cuando tengas hambre, ya sabes…
XD
Me hubiera encantado ver esa escena.
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Me han pasado cosas muy surrealistas 😉
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Eso es bueno. Hacen la vida más divertida.
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Cuando sea mayor las escribiré todas 😉
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Y yo compraré la biografía.
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Te entiendo, tb soy mala persona?
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No… Bueno… Quizás… No lo sé y no soy quien para juzgar a nadie. Pero como me entiendes, diré que casi seguro que eres buena gente.
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Muy dulce, esta entrada. Me identifico con ella, creo que antes era muy común esta situación, sobretodo en los pueblos.
Yo pienso que para ellos, hablo de las personas mayores, dar un caramelo, era algo muy importante, quizás, porque para ellos en su infancia no les había.
Era como cuando tu abuela te daba 5 pesetas! !! , que para ti no era nada, pero para ella, que había vivido una posguerra, con las carencias basicas, era un mundo
Cuando crecemos, la inocencia infantil, y el cambio hormonal, comienzas a ver las cosas de otra manera.
Yo recuerdo esta situación, con mucho cariño y añoranza.
Claro que también hay gente mala y pederastas, pero parece que eso les pasa a otras personas, no a ti. Pasa porque lo oyes en las noticias. Pero quién sabe? .
Todos estamos montados en el mismo barco, y tu eres una persona más…
Yo, por naturaleza, confio bastante, quizas demasiado, claro que luego te vienen las consecuencias
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Creo que lo de las cinco pesetas no lo llegué a vivir. Sí que recuerdo la propina que me daban mis abuelos, veinte duros los domingos, para que me pudiera poner hasta arriba de golosinas. Muy buenos tiempos.
Yo, quizá, sea un poco desconfiada, aunque no me hayan dado motivos para serlo. Se oye cada cosa que es mejor no jugársela.
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A veces somos nosotros quienes construimos una mala persona, somos nosotros los que cambiamos, es la sociedad la que se vuelve ñoña.
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Muy cierto.
Todo varía según el ángulo del que se mire.
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Yo la verdad que frente a esas cosas siempre me he dejado guiar por la intuición, aunque he de reconocer que no podía dejar de escuchar interiormente la voz de mis padres diciendo «tú nunca hagas caso a los extraños, ni se te ocurra comerte un caramelo….a ver si va a tener drogas!!!», Así que como imaginarás para mí, de niña, el hombre de los caramelos, más que un entrañable abuelito…era algo así como un camello disfrazado 😉 Saludos 🙂
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Estos seres repartidores de chuches no eran unos desconocidos. Es un pueblo pequeño y todos nos conocemos.
Aun así cuando me volví paranoica, dejé de comerme los caramelos y se los daba a mis amigos, esperando ver su reacción psicotrópica. Nunca llegó.
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jajajaj hay que ver lo que hacen las paranoias jajja 😀
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Sí, sí, todo es culpa de la paranoia. 😉
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Que coranzoncito tienes, añorando el pasado, es muy bonito. Un abrazo. 🙂
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Cuando quiero soy adorable. 😛
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Me pasa como a Mabel, confío demasiado en los demás. Así me va. Creo que tendrías que venir un poco hacia nuestro banco. No todo el mundo es malo.
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