Inseguridad

Cuando empecé a escribir, creo que como muchos, temí que lo que saliera por mis dedos de mi mente fuera una auténtica mierda. Me acongojó que todos pensaran que había perdido un tornillo, o peor que no me creyeran capaz de hacerlo y me desanimaran. Por eso, guardé el secreto, lo guardé durante mucho tiempo sin saber cómo anunciarlo luego. Muy pocos conocían mi nueva afición, menos aún me habían leído, pero gracias a ellos y al apoyo que me ofrecieron, superé el miedo a ser juzgada, más o menos. Parecía que lo que escribía gustaba, al menos a la mayoría, lo que me animó a abrir este sitio.

A día de hoy, todavía me atemorizan los monstruos que viven en el armario de mi subconsciente, esa Henar desgarbada con garras y voz siniestra que de distintas formas siempre dice:

– Lo que acabas de escribir es una mierda pinchada en un palo. ¿Qué digo? Una mierda pinchada en un palo es mucho mejor.

Tal vez sea mi peor crítica, puede que sea una cobarde o quizá solo sea indecisa. No sé. Soy de esas personas que quieren tirarse en paracaídas, pero que una vez arriba, no va a tener lo que hay que tener para saltar al vacío, a no ser que le den un empujoncito.

Hay días que me despierto pasota y no me cuesta nada publicar, u otros días en los que me quedo por largo rato mirando el texto, pensando si quien lo leerá verá algo o solo un conjunto de palabras sin sentido. Afortunadamente este sentimiento desaparece, parcial y momentáneamente, cuando lo comparto y recibo visitas, likes y comentarios.