¿Eh? ¿Qué? ¿Sí? No… ¿De verdad? ¡Ay!

Mi cara de ayer cuando desperté, con menos pelo, claro, y con más legañas.

Las sorpresas son una buena forma de despejarse, mejor incluso que el café.

Mi sombra, que yo no salto tan alto, cuando se dio cuenta de que no seguía en un sueño.

Ambos estados, la perplejidad y la alegría, aún no me han abandonado, y espero que no lo hagan, a pesar de lo cansado que puede ser para el corazón bailar al ritmo desbocado del rock. La adrenalina ayuda a que no se resienta el cuerpo, y es probable que me vuelva adicta a ella.

Espero que os estéis preguntando a qué se debe este anómalo comportamiento inquieto en una persona tan vaga como yo, porque os lo voy a contar.

¿Recordáis que hace tiempo mendigué votos para el concurso del 20 minutos? No, tranquilos, no va a haber reelecciones. La campaña terminó y gracias a vosotros me posicioné en el puesto 12 de los 750 blogs que se presentaban en mi categoría. ¿Os he dicho lo agradecida que estoy? ¿No? Qué mal por mi parte, porque lo estoy, y bastante.

Gracias, gracias, gracias, toneladas de gracias.

Este hecho ya fue pasmoso. Ni de coña imaginaba que llegaría tan lejos, o tan arriba. Ya se sabe que soy más de infierno que de cielo, y aun así este último estaba dispuesto acogerme. Era el turno del jurado. Era el turno de llevarme hasta las nubes. Flipad conmigo.

Ya ha sido un premio que a su criterio mi blog esté entre los tres mejores de la categoría blogosfera. No aspiro a más, pero ahí que iré, todavía con la piel de gallina, y los nervios a flor de piel, con una leve esperanza de poder morder mi trofeo, la estatuilla, los cinco mil euros no, esos ya serán mordidos por hacienda.