«No puedo apretar el gatillo. ¿Serás tú mi única víctima que no llegue a serlo?
»Siempre pensé que os hacía un favor, que os aliviaba del dolor —y, si hace falta, me invento la causa del dolor—, que liberaba vuestra alma romántica, que evitaba posibles futuras penurias a las pusilánimes, que casaba con la muerte a las más morbosas, que ayudaba a conocer el dolor a las investigadoras.
»Pero nada de eso es para ti. Tú debes padecer entre la vida y la muerte. Es como disfrutas. Y yo no puedo quitarte eso. Quizá lo supe cuando te conocí, cuando tus ojos me miraron y me extrajeron mi secreto antes de lo debido. Sin palabras, sólo una mirada.
»Ahora, cuando llevo una eternidad apuntando, aún dudo. Por eso sé que lo que te conviene es la ambigüedad. Ni muerta, ni viva. Y vacilo, a pesar de que vacilar haga volver las tornas.
»Sopeso el arma —¿¡dónde quedaron aquellas de frío metal!? Ésta es de tibia fibra, aséptica cerámica, insulso polímero…— sopeso el arma, digo, y pienso en la Paradoja del Ahorcado. Es la única solución»
Ojú… Incluso después de leerlo por segunda vez, un escalofrío me recorre el cuerpo. Cosa que está bien para engañar al calor, a pesar de la gota de sudor que resbala por mi frente. Espero que llegue al cuello. Es un buen lugar para morir, donde tu mirada parecía perderse, quizá en la ensoñación de querer con tus dientes desgarrarme.
No te creas que porque se lo pongas fácil a un vampiro tiene que ser fácil para mí. Aunque sea un vampiro. Me señalas un cuello, que es apetecible, jugoso, tierno, jugoso —¿me he repetido? será que lo es—. ¡Mira! incluso tiene unos topitos que parecen decir: «Morder por la línea de puntos». Pero cada cual tiene sus problemas alimenticios.
¿Acaso no hay fanáticos del pan alérgicos al gluten? ¿Queseros irracionales con intolerancia a la lactosa? ¿Artistas atormentados que no soportan el alcohol?
¡Pues yo me mareo cuando veo sangre!
Sí, lo confieso, sólo me puedo alimentar de morcillas y sangre frita. Y cuando una chica joven y atractiva me invita a morderla acabo con ganas de ir al bricotodo a comprar una estaca de madera y ponérmela en mi ataúd antes de acostarme.
Son pocos los halagos que, como talismanes, guardo :). Y éste será uno de ellos: Por sincero, por contundente y porque me ha gustado, qué narices. Aunque no se lo pueda enseñar a mis hijos hasta pasados unos años. 😉
Suelo ser sincera, bueno, menos cuando está la policía delante. Creo que ahora estamos solos, así que puedo asegurarte que debes enseñarles el relato. Si ya son mayores, te dirán lo mismo que yo.
Tenía que llegar la siempre positiva, nunca negativa. ¿No resulta agotador? En fin, para que disfrutes, por una vez voy a darte la razón. Hay finales por los que merece la pena librar mil batallas, incluso con uno mismo.
¿También pintora? ¿Hay algo que no sepas hacer? Y dime, ¿en tu cuadro salgo bien? ¿Prefieres que pose rollo Titanic? Sin duda, aunque no estuviera en la barandilla de una barco, pero sí contigo, me sentiría la reina del mundo, sobre todo si me haces poemitas así.
Muchas gracias, cielo. El placer siempre es mío.
Me gustó todo, pero me sentí especialmente identificado con el final. Sabes que va venir y simplemente esperas, en silencio, a que el asesino tire del gatillo.
¿Qué se puede hacer, sino esperar? Y a poder ser con la cabeza bien alta para que no huelan el miedo. Me gusta todo tu comentario, pero especialmente que te hayas sentido identificado.
El tiempo todo lo arregla..asi dicen. ..»manchado con mi sangre, marches.» ¡ Muy bueno !
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El tiempo todo lo arregla o lo aleja, que si no lo ves, no hay problema. Muchas gracias, laacantha. Me alegro de que te haya gustado.
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…o lo aleja…A veces de lejos las cosas se ven mejor.
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«No puedo apretar el gatillo. ¿Serás tú mi única víctima que no llegue a serlo?
»Siempre pensé que os hacía un favor, que os aliviaba del dolor —y, si hace falta, me invento la causa del dolor—, que liberaba vuestra alma romántica, que evitaba posibles futuras penurias a las pusilánimes, que casaba con la muerte a las más morbosas, que ayudaba a conocer el dolor a las investigadoras.
»Pero nada de eso es para ti. Tú debes padecer entre la vida y la muerte. Es como disfrutas. Y yo no puedo quitarte eso. Quizá lo supe cuando te conocí, cuando tus ojos me miraron y me extrajeron mi secreto antes de lo debido. Sin palabras, sólo una mirada.
»Ahora, cuando llevo una eternidad apuntando, aún dudo. Por eso sé que lo que te conviene es la ambigüedad. Ni muerta, ni viva. Y vacilo, a pesar de que vacilar haga volver las tornas.
»Sopeso el arma —¿¡dónde quedaron aquellas de frío metal!? Ésta es de tibia fibra, aséptica cerámica, insulso polímero…— sopeso el arma, digo, y pienso en la Paradoja del Ahorcado. Es la única solución»
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Ojú… Incluso después de leerlo por segunda vez, un escalofrío me recorre el cuerpo. Cosa que está bien para engañar al calor, a pesar de la gota de sudor que resbala por mi frente. Espero que llegue al cuello. Es un buen lugar para morir, donde tu mirada parecía perderse, quizá en la ensoñación de querer con tus dientes desgarrarme.
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No te creas que porque se lo pongas fácil a un vampiro tiene que ser fácil para mí. Aunque sea un vampiro. Me señalas un cuello, que es apetecible, jugoso, tierno, jugoso —¿me he repetido? será que lo es—. ¡Mira! incluso tiene unos topitos que parecen decir: «Morder por la línea de puntos». Pero cada cual tiene sus problemas alimenticios.
¿Acaso no hay fanáticos del pan alérgicos al gluten? ¿Queseros irracionales con intolerancia a la lactosa? ¿Artistas atormentados que no soportan el alcohol?
¡Pues yo me mareo cuando veo sangre!
Sí, lo confieso, sólo me puedo alimentar de morcillas y sangre frita. Y cuando una chica joven y atractiva me invita a morderla acabo con ganas de ir al bricotodo a comprar una estaca de madera y ponérmela en mi ataúd antes de acostarme.
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Puto genio. No puedo decir más, que riéndome no se me da bien escribir.
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Son pocos los halagos que, como talismanes, guardo :). Y éste será uno de ellos: Por sincero, por contundente y porque me ha gustado, qué narices. Aunque no se lo pueda enseñar a mis hijos hasta pasados unos años. 😉
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Suelo ser sincera, bueno, menos cuando está la policía delante. Creo que ahora estamos solos, así que puedo asegurarte que debes enseñarles el relato. Si ya son mayores, te dirán lo mismo que yo.
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Me quedo con la frase: de los finales que vi, apenas había alguno feliz.
Total que alguno feliz sí hay..
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Tenía que llegar la siempre positiva, nunca negativa. ¿No resulta agotador? En fin, para que disfrutes, por una vez voy a darte la razón. Hay finales por los que merece la pena librar mil batallas, incluso con uno mismo.
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Y para que sirve ser negativa? Que luego te salen arrugas y cara de vinagre. 😙😙
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Yo creía que aparecían de tantas desilusiones. Para eso sirve ser negativa, armadura y luego sonrisa si te llevas una sorpresa.
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Entre el sarcasmo, el dolor y el amor, rescato estas letras que me quedan dando vuelta…
Entre tanto desequilibrio, pendemos de una cuerda floja así que aprieta.
Mi querida «H» siempre genial. Ya voy pintando mejor tu cuadro, las letras ya lo revelan a través de tus relatos.
La muerte que se asoma
Es la vida que late
El silencio y su aroma
Amor que grite y que mate.
Un abrazo Super «H» y es un placer entrar a cada uno de tus relatos.
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¿También pintora? ¿Hay algo que no sepas hacer? Y dime, ¿en tu cuadro salgo bien? ¿Prefieres que pose rollo Titanic? Sin duda, aunque no estuviera en la barandilla de una barco, pero sí contigo, me sentiría la reina del mundo, sobre todo si me haces poemitas así.
Muchas gracias, cielo. El placer siempre es mío.
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Pingback: Premios más divertido, más seguidores y más apasionado. | Junior
Un tiro y a por otro. Al final nos invaden los zombis. Besitos
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¡¡¡Bien!!! ¡¡¡Apocalipsis!!! Espero que ya te vayas entrenando, pues los funcionarios serán los primeros en caer por no ser capaces de correr.
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Ja ja ja. Yo soy un funcionario atípico
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Entonces serás de los segundos por ser bueno y no poder matar.
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Me gustó todo, pero me sentí especialmente identificado con el final. Sabes que va venir y simplemente esperas, en silencio, a que el asesino tire del gatillo.
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¿Qué se puede hacer, sino esperar? Y a poder ser con la cabeza bien alta para que no huelan el miedo. Me gusta todo tu comentario, pero especialmente que te hayas sentido identificado.
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