59 comentarios en “Ni pies, ni cabeza

  1. Mala mente hermana la que con su muerte alimenta la mente de quien no sabe respirar.
    Pienso, luego existo algo más tarde cuando el sol se oculte y no ciegue a mis ojos con esta soledad de luz incesante que no alumbra, ni ilumina mi pensar, Mala mente Henar nos ha tocado respirar.

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  2. ¿Por qué no acuden a mí como antaño? El olor ya pasó, los gusanos casi han desaparecido y mi genio hace tiempo que se apagó. ¿Mi genio? Claro ya me acuerdo. Ortega, el «guardés», con el cuchillo de montería, en el estómago. Mi mujer y mi bebé Benito, con la paralela. Al ruido acudieron la Urbana, criada para todo y mujer de Ortega, y mi hijo mayor. Me dio tiempo de a recargar antes que apareciesen.
    La Laurita, que ya era una mocita de buen ver, tuvo que esperar a que me encarase la corta, la de las liebres.
    Fui al dormitorio. Recargué la corta. Me descalcé y me metí el la cama. Y apreté el gatillo.
    No sé cómo, sonaron dos disparos. Con uno hubiese bastado.
    No creo que nadie nos haya echado de menos en estos dos lustros. Al menos podían venir a buscarnos. O atormentarme por mi felonía. Pero, no, esperaré y esperaré:
    «Hasta entonces, seguiré inconsciente de la duración del amarre entre estas cuatro paredes, caminando en círculos sin dejar huellas en el piso, aporreando en silencio, soñando sin dormir con que alguien me encuentre»

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Piensa conmigo