Republishing: Oscuras noches

Ahora que estoy echando la vista atrás, es cuando veo que me he aprovechado de Antonio, Antonio Caro Escobar, el poeta, que sí, el mismo que administra el blog «Velehay», para que me inspirara unas cuantas veces. Será que donde hay confianza da asco y que cuando hay amistad de por medio es más difícil decir que no. No sé. El caso es que se me ocurrió que hiciera lo mejor que sabe hacer para mí, ya sabéis, un poema, y servidora crearía un relato alrededor de él. Pues bien, esto es lo que surgió:


26 de enero de 2016

Oscuras noches

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Las últimas dos gotas de vino resbalan por mi cuello, que no por mi garganta, como el resto de sus hermanas. Les concedo la libertad. Les permito que me acompañen hasta la cama y que manchen las sábanas blancas, esperando así amortiguar la soledad.
Apago la luz y la habitación comienza a girar, o gira mi cabeza, o gira el mundo, mientras me quedo quieta y el resto disfruta del tiovivo. Tía muerta, susurro y me río, aunque debería llorar, pero no me quedan ganas, y la almohada todavía está mojada del ayer.
Como ayer, como de costumbre, no logro conciliar el sueño. Antes de que la rabia se apodere de mí, salgo del mundo de las sombras y busco consuelo, no en otra botella, ni en más drogas o medicamentos, si no en el libro de poemas que me aguarda en la mesilla, cogiendo polvo, porque no quería que me hablara de sentimientos bellos que desconozco. Por probar… Abro una página al azar.

Oscuras noches

La noche fría y negra me llama a voces,
que no puedo acallar
por mucho que lo intento.
Me escondo entre las mantas de mi cama.
Me oculto en un sueño inducido por la desesperación.

Pero ella siempre me encuentra,
me atrapa, me saca,
me cubre de oscuros pensamientos que intento descifrar
como un jeroglífico de imágenes y letras
que nunca llego a adivinar.

Lucho como un gladiador para liberarme
de esta cadena que me tiene sujeto al sofá,
lucho una vez, dos y más.
La noche me gana con sus mañas una vez y todas las demás.

Aquí me encuentro como cada día
esperando el claro amanecer,
que aleje la negra noche
y el negro raciocinio con ella.

Pues de esto sí sé. Igual me hace sentir bien. Saber que hay otra persona que sufre mi condena, no debería, pero me reconforta.
Sigo leyendo, viéndome, conociéndolo, devorando al poeta y sintiéndolo.
Me sorprendo despertando abrazada al libro, luego sin las ojeras puestas, sin la soga al cuello y con una sonrisa ante el espejo. ¿Qué me pasa?, pregunto a mi raro yo. No me responde y menos mal, porque significaría que sigo dentro de un sueño, que no una pesadilla de las que suelo querer despertar, ya sea sudando o entre gritos, y no, no quiero.
Como veneno, sus composiciones parecen destruir mi organismo, me acompañan todo el día, hacen que las horas pasen aprisa para volver a su ribera, tirarme y dejarme llevar por la corriente, y leerlo, y releerlo, hasta casi memorizarlo, hasta casi verlo, más desear hacerlo para poder ayudarlo a salir del fango, devolverle el favor y quizás con alguna intención más con la que juego a rescate.
Busco al poeta en manicomios, en ataúdes, en callejones sin salida… No me rindo. No puede ser invisible. Semanas me cuesta descubrir que es de mi sucia ciudad, que ya no me parece que esté tan llena de ratas, que ahora me apetece salir a pasear.
Una noche lo encuentro a la puerta de un bar, fumando y mirando el cielo moreno, triste, y a pesar de que me apena, me alegro de tener la oportunidad de acercarme. También siento miedo o nervios, o… Un cigarro, sí, eso podría calmarme.
– Oscuras noches –digo con la voz medio quebrada, y él solo me mira, quiero creer que con curiosidad, a la vez que expulsa una nube–. ¿Puedo? –pregunto señalando el paquete que está al lado del cenicero, con su mechero encima.
– Puedes si quieres.
– Quiero.
Mi corazón quiere fugarse de mi pecho, cuando nuestras miradas se remachan con la llama, la nicotina y dos de mis dedos de por medio, se aguantan hasta que se difuminan con el humo, y se pierden en el saltar de los charcos al ser pisados por los coches.
– ¿Vas a entrar?
Con su pregunta me saca del trance de la mente en blanco, que me había clavado al frío suelo y al cálido silencio.
– Sí –contesto al darme cuenta de que si no fuera a hacerlo, ¿por qué me habría quedado a un escaso metro de su presencia? No quiero saber lo que se le puede haber pasado por la cabeza.
– Te espero.
¿Me espera? ¿Por qué? Y lo más importante, ¿para qué?
Procuro no mostrar mi impaciencia, saboreo las últimas caladas y su reojo. Ahogo el filtro y sigo su brazo que sujeta la puerta del antro. La escasa clientela se gira y nos escudriña, hasta que las tinieblas también nos envuelven. Solo quedo yo ante el primer taburete con el que me topo y el camarero de bayeta llena de incertidumbre.
Vino y se fue.
Vino en una copa seguramente mugrosa.
Vino resbalando de nuevo por mi cuello, al sobresaltarme al escuchar que lo apunte en su cuenta.
Llega una sonrisa a mi cara con los ojos ya acostumbrados, y una vez lo han reencontrado, viéndolo venir directo a mí.
– ¿Por qué sonríes?
– La sonrisa es un privilegio.
– No es lo que te he preguntado.
– Me hace gracia el mundo al revés.
Ladea su cabeza, sin duda, en un mirar con curiosidad, o viendo que las gotas de vino llegan a mi escote. No lo puedo asegurar. Dos horas después quizás sí y quizás fueran las dos opciones las que lo han acorralado hasta mi cama. Las noches vuelven a ser insomnes, pero de oscuras tienen nada. La luz nos hace suyos en un juego lascivo de sudores, esperanza, poesía y rock. Nos reformamos con ayuda de los cinco sentidos, vivimos sin más, perdemos las horas refugiados o ausentes de lo malo, de lo ajeno a nuestros desnudos cuerpos, en nuestro particular paraíso, en un nuevo libro.

39 comentarios en “Republishing: Oscuras noches

  1. Me encantó, un relato absolutamente sensual por momentos, y diálogos intensos creando una atmósfera traducida en tensión de pasiones que pugnan por escapar y liberarse….abrazos…¿y como sigue?…aprovecha mientras el perdido Caro Escobar no vuelve…y lo puedes enrolar en éstos deliciosos pasajes…jajajaja

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    • Wow. Tu descripción ha sido… wow. No soy capaz de decir más. Wow. Wow. Wow. A ver si es que con tu magia me estás convirtiendo en perro… Aunque sea el caso, te debo un muchas gracias, Daniela. No tiene continuación, pero quién sabe, quizá la historia quiera escribirse sola.

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  2. Pero jovencita, tu sabes lo mal que se quitan las manchas de vino?????
    Claro que, teniendo la suerte de poder leer, esos versos , uno acaba con la boca abierta y babeando, vino o lo que se tercie.
    Cuidado con desnudar tanto el cuerpo, ya sabes que después vienen los resfriados, y en ese delirio, puede salir un torbellino de líneas y hojas.

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    • Lo sé, salen casi tan mal como las manchas de sangre. Por eso tengo en marcado rápido a la tía de pelo azul que viene del futuro. Tendré que hacerme también con el número de teléfono de la fábrica de Frenadol. Gracias por ser tan atenta.

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  3. Fantásticos los dos…
    Creo que con la fusión que han logrado hacer en algún momento fue que tuve la fortuna de descubrirte querida «H».

    Me estoy disfrutando mucho esta reminiscencias.

    Lo bueno que se repita las veces que sea.

    Un gran abrazo para ti, extensivo a Antonio.

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    • No vamos a pelear por quién tuvo la fortuna. Más que nada porque yo ni siquiera podría defenderme ante tus ataques. ¿Cómo hacerte daño con lo mucho que te aprecio? Mátame, como haces cuando me dices cosas tan bonitas. Gracias de mi parte, y otras pocas de parte de Antonio. Los abrazos que van son solo míos.

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