Regreso al presente

open-576209_1280.pngSeguramente nadie se había enterado del cierre. Pude haber entrado de puntillas para que mi vecina la cotilla no saliera al portal y me viera con las maletas a rebosar de pasado y el corazón vacío en el otro puño. Pude haber hecho como si nada, pero había encontrado la imagen del cartelito y quería ponerla.

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Dejándome llevar

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Levanto la pantalla, abro una página del office y pienso en qué demonios voy a escribir. ¿De demonios? No, no estoy de humor para recrear una posesión o para narrar la apertura del averno. Ya bastante con los que tengo dentro. Podría dejarlos escapar, ver si quieren hacer una travesura y así inspirarme, pero no me apetece. Estoy desganada y así no se puede ser la niñera de nadie. Podrían descontrolarse y destruir esta cafetería donde acostumbro a dármelas de interesante. Mejor que sigan encadenados. No los he necesitado para estas líneas que apenas llegan a valer tres cuartos.
Sorbo el café que ya se ha quedado frío en lo que medito si mandar el párrafo al cementerio, enterrarlo bien hondo y empezar de cero. Paso. Esto es lo que ha querido el teclado, mis dedos, mi alma o mi cerebro, que ya no sé quién manda. Quizás el jefe es el camarero, el titiritero que me mira creyendo que desarrollo una obra maestra. ¿Voy a resultar ser una marioneta endemoniada de todos los que se tragan mis sopas de letras? Si tuviera fuerzas, lo negaría, montaría un pitote, indignadísima diría que lo mío no es escribir a la carta, que no espero que los comensales disfruten del menú de comidas, y en parte mentiría. Me gusta estar en la cocina, echar especias como loca a la olla, innovar platos y saborearme a mí misma, pero ¿qué sería de no tener quien me dé luego una propina? ¿Habría llegado hasta Nunca Jamás? ¿Seguiría sin saber que ojalá lleva la tilde al final? Ojalá pudiera asegurar que sin ellos, de todas formas, habría encontrado la paz en esta adicción por imaginar. Así no tendría que dar las gracias, como ahora, por aliviar mi pesar.

La vuelta al mundo en 365 días

Estuve un rato pensando en la oscuridad cómo debía empezar este post. ¿Le felicito yo al blog y así os lo ahorro a vosotros? Al final me he dicho: «Pon el vídeo al principio, con dos ovarios, nada de preludios, explicaciones o florituras. Deja que se hallen anonadados ante tales efectos especiales». Sí, acostumbro a hablarme con sarcasmo por aquello de que soy la única que siempre me entiende. Hoy intentaré dejar mi espíritu incomprendido de lado y explicarme como es debido. Recordad, he dicho intentar.
Mi intención al montar este primer vídeo, además de para hacer publicidad a La Relatadura, es que nos conozcamos más todos los tripulantes que se han unido a mí en este largo viaje. Largo no porque se me esté haciendo duro. En un principio creía que la morriña o la falta de imaginación me podría y tendría que volver a mi refugio. Quedó demostrado que erré en cuanto solté las maletas y concluí que de este crucero no quería bajarme. No sé si por el todo incluido que ofrece, las vistas o la agradable compañía, pero ha sido un año corto, por muchos kilómetros que haya recorrido.
Otro dato de mí: me disperso con facilidad.
Rebobinemos. Mi intención (lo remarco para que no se me olvide) era la de mostrarme sin tener la oportunidad de esconderme entre divertidas tonterías o detrás de un sádico personaje. No ha sido fácil salir a la luz. No tengo muy buen pulso, vamos, que mi mano está de los nervios por ver las críticas de su actuación. La valentía, que le infundió un alma sensible y vecina de camarote, ha desaparecido. A mí no me pasa, noooo, que va… ¿A que no me tiembla la voz? En el audio aguanté como una campeona. Debía de haberme poseído la musa traída desde manos de un poeta, la que puso su voz o transformó la mía. Dulce, dirán unos, angelical, otros, pero los que me conocen dirán: «esa no eres tú». Pues soy yo, sí, y también me sorprendí la primera vez que me escuché después de convertir a todos en plantas en lugar de estatuas, y la siguiente cuando me atraganté con animales, u otra cuando me quedé en silencio porque no sabía por dónde me andaba. En la que me lío a toser es la mejor, sin duda, no sé por qué no lo he puesto.
A lo que iba: que todo se queda en un era, que ya no es porque no me ha salido como esperaba, pero ahí lo dejo, porque la intención es lo que cuenta, o eso dicen.
¿Y qué más decir? Ah, sí, gracias, porque de no ser por vosotros, navegantes, no hubiera llegado hasta aquí, nunca me hubiera planteado hacer un vídeo y no sería quien soy hoy, 365 días más curtida y mucho mejor persona.

 

Hace 250 entradas…

Era algo más de nueve meses más joven. Maldito tiempo. ¿No podía pararse, frenarse o algo?

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En fin, que no quiero enfadarme y lanzar todos los relojes de la casa por la ventana. Me conformo con un trozo de post-it que he puesto en la esquina derecha de la pantalla. Y adjunto una disculpa por si de aquí en adelante me olvido de vuestros cumpleaños. Ya lo hacía, pero ahora tengo excusa. No me lo tengáis en cuenta y celebrad conmigo. Invito a un trago imaginario de lo que más os apetezca.

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Sí, en ocasiones imagino este lugar como un bar, donde todos sueltan la lengua a causa del alcohol. Cuántas locas charlas me han acompañado y cuánta gente extraordinaria. Escritores, poetas, fotógrafos, bestias, divulgadores, críticos, funcionarios simpáticos, gente; artistas y maestros que he tenido el placer de conocer.

Nadie me avisó de la aventura que emprendería al ponerme detrás de la barra. ¿Quién iba a suponer que encontraría a alguien que disfrutara tanto como yo con la sangre, o que no me sentiría culpable tras devorar a otra y que ésta acabaría formando una parte de mí tan importante? No sé cómo, pero acabé jugando al póquer con un lunático. ¡Hasta bajé al infierno dos veces! Una de vacaciones en compañía de aquel que me susurraba al oído y la segunda para rescatar al que anteriormente había matado con un beso.

Esperad, que bebo y sigo con las sensiblerías.

Lo cierto es que algo que empezó ya ni recuerdo cómo, se ha convertido en algo más que tampoco sé muy bien qué es, pero me divierte. Mi vecina piensa que estoy tarada porque río sola. No me importa. Me envidia. Y no solo me divierte y hace que me envidien, igualmente me incita a seguir. Y esto, aunque me cueste reconocerlo, os lo debo a vosotros.

– ¡Hala, hala, lo que ha dicho!

¡Silencio! Que me está quedando muy bonito.

Ahora ya no sé por dónde me andaba. No voy a pensar, así que diré que además de buenos ratos en mejores compañías, he sacado algo más de provecho: he madurado. No, no es un chiste, no había que reirse. He madurado en el arte de escribir, he aprendido y ahora parece que sé lo que hago, aunque sigo casi tan perdida como antaño. Es lo que tiene la oscuridad, que no es fácil orientarse.

Aun así, entre tinieblas he podido escribir más de cien relatos, por lo que me dije: ¿Por qué no los recopilo en un libro? Damas y caballeros, lo hice, y me complace presentarlo.

Ahora lo entendéis, ¿no? Os he hecho la pelota para que lo descarguéis. ¿A que esperáis? Es
gratis.

Aviso a los navegantes

No, no es un relato. Quien os habla hoy no es ninguno de mis personajes, ni un narrador turbado. Soy yo con un traje de marinera. Miento, pero podéis imaginarme así si os place.

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No me busquéis. Estoy atrás y no se me ve.

Estoy aquí para hablarles del alto oleaje que lleva produciéndose alrededor de este navío desde hace un tiempo. Nos está arrastrando y no tenemos ni idea de hacia dónde. Hemos perdido esperanzas de ver algún día tierra. Mis compañeros han caído por la borda, se han tirado porque no lo soportaban o yo los he lanzado a los tiburones para que dejaran de rondarnos. Ahora solo quedo yo, con los tiburones como compañía, y no se está tan mal, la verdad, de no ser por el escorbuto. Nunca debí jugar al golf con las naranjas que trajimos.

Perdón. El narrador turbado y con escorbuto se ha apoderado de mi cuerpo durante el último párrafo. Podéis olvidarlo con mucho cariño. Lo que yo, Henar, quiero decir es que llevo aquí ya bastante tiempo, y por suerte en compañía, porque de estar sola, seguro que me habría querido convertir en comida de tiburones, que no es mal final, bueno, al menos es una muerte con la que se puede presumir en el otro lado.

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A Jake, el tiburón y mejor amigo del narrador turbado, sé que no le importaría hincarme el diente.

Si por un momento os ha parecido que me estoy despidiendo o que tengo intención de meterme al mar para ser devorada, lo siento, no es lo que pretendo. Ni siquiera tengo un mar cerca.

Lo que quiero decir, es que ya llevo una larga travesía por este océano llamado WordPress, que dura algo más de ocho meses, y que desde hace dos (más o menos, porque no me acuerdo) llevo pensando que ya me estoy haciendo un poco cansina. Las cinco o seis publicaciones por semana son demasiadas, en mi opinión, para vosotros y para mi inspiración. Esto de escribir corriendo algo desde que me levanto hasta que doy al botón azul tiene que cesar. Al escorbuto imaginario no le va nada bien el estrés. ¿Qué tal si lo dejamos solo para los martes y viernes? A Jake le parece bien.